La transformación digital está siendo uno de los principales objetivos de las empresas en los últimos años. Las nuevas estrategias y el desarrollo de la tecnología han sido definitivos para conseguir una adaptación más que necesaria. La actualización digital y la agilidad se están convirtiendo en una meta constante.

Un ejemplo de este proceso lo vivió Antonio. Hace varios años, montó un lavadero de coches en un pueblo pequeño. A pesar de no tener apenas competencia, poco a poco se reinventó e invirtió en nuevos dispositivos más sofisticados para conseguir más público y mejorar la experiencia del que ya había conseguido. Una estrategia de marketing modesta pero efectiva. El siguiente paso ya lo tiene claro: la adaptación a internet y redes sociales para llegar a las localidades cercanas.

La agilidad como principal virtud

En un tiempo en el que la innovación es constante, las empresas tienen que saber que la agilidad a la hora de ejecutar los cambios es algo obligatorio. Esto se refleja en el hecho de que sólo el 50% de empresas que estaban en la lista de las 500 empresas más poderosas del mundo siguen existiendo actualmente.

agilidad

Esta transformación hacia lo ágil es un proceso de selección natural. Las empresas cada día buscan perfiles más completos que puedan adaptarse a los diferentes cambios a los que está expuesta. Este enfoque no sólo está orientado a las nuevas tecnologías, sino también a métodos de organización más modernos con los que poder conseguir un rendimiento más óptimo.

Las claves para conseguirlo

No obstante, esto no es un proceso sencillo. Se trata de aplicar técnicas de marketing adaptadas al modelo de negocio y otras muchas variables que puedan afectar a su crecimiento. Para que empecéis a ponerlo en práctica, os vamos a dar tres consejos para empezar a innovar con vuestra empresa:

·Continuo aprendizaje: Se trata de algo que debemos aplicar no sólo en nuestro trabajo, sino en nuestra vida diaria. La agilidad consiste en conocer las nuevas tendencias que se están dando y cómo podemos adaptarla a nuestro modelo de negocio. Cuanto más conozcamos, más elementos de juicio tendremos para ejecutar nuestro plan de acción.

·Flexibilidad: La rigidez es otro enemigo de la agilidad. Debemos ser flexibles en la medida de lo posible y conocer qué podemos ajustar a nuestro negocio aunque parezca difícil a priori. La rapidez juega un importante papel aquí.

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·No tener miedo a innovar: Por lo general, el que arriesga, gana. La valentía suele premiar a aquellos que intentan algo novedoso. Por eso, da rienda suelta a tu imaginación y atrévete a probar cosas nuevas para diferenciarte.

Estos ejemplos no son sólo aplicables a empresas, sino que tú mismo puedes ponerlos en práctica tanto en tu vida profesional como personal. Por eso, únete a la ola de la agilidad y diferénciate del resto siguiendo estos consejos.

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